Dame, Señor, una buena digestión
y, naturalmente, dame algo que digerir.
Dame la salud del cuerpo
y el buen humor necesario para mantenerla.
Dame, Señor, un alma santa
que guarde el recuerdo de todo lo que es bueno, bello y puro,
para que, al ver el pecado, no me asuste,
sino que encuentre el medio de arreglar las cosas.
Dame un alma que no conozca el aburrimiento
ni la murmuración, quejas o lamentos, y no sepa gemir ni suspirar,
y haz que no me inquiete, ni de importancia
a eso tan embarazoso que llamo "yo".
Dame, Señor, el sentido del humor;
dame la gracia de saber aceptar las bromas
para que pueda sacarle a la vida un poco de alegría
y la haga participar también a los demás
Santo Tomás Moro
(1477-1535)
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